Aprovechando el inicio de clases hoy 13 de abril, les dejo extractos de un buen material de lectura publicado por el periódico argentino Mu (perteneciente al colectivo La Vaca) en su edición de noviembre del año pasado. Por cierto, aunque el post tiene algunos problemas de edición, se puede ver el resto del contenido haciendo clic en "lee el resto de la nota..."
Carta abierta a un estudiante de Comunicación Social
Carta abierta a un estudiante de Comunicación Social
Estimada, estimado: Tenemos buenas noticias para vos. La primera: la Universidad es tuya. Podés hacer con ella lo que quieras. Mirala, entonces, con ojos de propietario de un espacio para pensar y crear junto a otros todo aquello que seas capaz de imaginar.
Mirala bien, porque es tu espejo. Así estás.
La buena noticia es ésta: si lo que ves no es el reflejo de tus sueños es, simplemente, porque no estás soñando. Despertate.
Otra buena noticia: te tocó en suerte una época maravillosa. Desde Gutenberg hasta hoy las cosas eran más o menos previsibles. Las técnicas, las teorías, las audiencias, el mercado, incluso las hipótesis eran tal y cual las describían los profesores. Ya no.
La realidad no es lo que era y los artefactos teóricos que hasta ayer alcanzaban para aprenderla hoy la desmienten, la niegan, la invisibilizan. Vos ves tanto o más que cualquiera. Y esto significa, entre otras cosas, que la capacidad para sistematizar lo que nos pasa ha desbordado los anaqueles de la biblioteca y se ha expandido o dispersado- según prefieras llamarlo- hasta límites increíbles. ¡Bingo!
Tenés el boleto ganador y esto significa, entre otras cosas, que vas a poder pensar en lugar de repetir, analizar en vez de memorizar, crear en lugar de obedecer. Solo tenés que abrir grande los ojos y la cabeza y sacudirte la modorra para así, liviano y desnudo, salir a esa calle, que es un problema para todos menos para los estudiantes de comunicación.
Es cierto que se trata de un asunto complicado, complejo, arduo pero no es menos cierto que son tanto los titanics hundidos en esta era de la Modernidad Líquida que al menos la experiencia de saber y de pensar quedó liberada de órdenes, rutas, puertos. Cayó la estatua de Lenín, cayeron las Torres Gemelas, cayó la Bolsa de Nueva York, y también la de Tokio, pero también cayeron los rascacielos teóricos, aplastando a sus arquitectos.
¿Qué es hoy la verdad, el progreso, el poder? ¿Qué la pirámide invertida, la industria cultural, la tecnología? ¿Qué un diario, una emisora de tevé, un periodista? Las preguntas más básicas, cuyas respuestas hasta ayer eran obvias, están esperando responderse de nuevo, otra vez, al ritmo de una realidad que ha convertido las clásicas definiciones en ataúdes que navegan en un océano de flujos, tempestades y tifones. Es ese comportamiento meteorológico lo que permite ahora como nunca comprender aquello que escribió Italo Calvino: “la imaginación es un lugar donde llueve”.No es época de paraguas, sino de intemperies. De espacios quizá sin piso firme, pero al menos sin techo.Dejarse mojar por la época, regar preguntas, esperar que florezca alguna idea depende de una actitud más parecida a la del viajero curioso que a la del sabio encerrado en un monasterio.
¿Que nada de esto te es útil a la hora de aprobar una materia? Sí y no.
Sí, si el profesor acepta su propia ignorancia y la aprovecha para convertirla la clase en una fiesta: no sé, aprendamos juntos. No se trata sólo de una premisa que renueva como un lifting la vocación perdida, sino también de una aventura que convierte a cada aula en una pista de baile: pongamos un tema y a moverse, sacudiendo la cabeza.
No, si no sos capaz de hacer lo que todo comunicador social debe estar dispuesto a hacer: comunicarse. Moviendo la boca, hasta que salgan palabras o gargajos, según el grado de receptividad que tenga el docente. Es una gimnasia saludable, que nos mantiene en forma en relación con los demás, con uno mismo y con aquello que estemos dispuestos a compartir, especialmente si es algo más que el mutuo aburrimiento.
Así las cosas, cualquier hipótesis de comunicación más disparatada que parezca, no implica ya ninguna posibilidad de derrota, siempre y cuando estés dispuesto a pensar críticamente todos los componentes de su fórmula porque estás condenado a cambiarla. Y de las posibilidades que tengas de imaginar tantos cambios como sean necesarios, dependerá que seas parte de lo que aún no terminó de nacer o de aquello que se resiste a morir.
La buena noticia, finalmente, es que podés desalojar del centro de la escena a aquellos que abonaron la teoría de cuarto poder que –ahora se ve claramente- sólo era un retablo de marionetas. Y podés desalojarlos ya, en este instante, a patadas o amablemente, para recuperar ese lugar donde nadie manda si otro no obedece: tu cabeza.
En tiempos en los que se puede hacer mucho, el problema es si querés hacer algo.
No es nuestra intención forzar la conclusión de un proceso en pleno desarrollo, sino simplemente señalar –con asombro y alegría- que estamos siendo parte de otra noticia cuyo final seguramente escribirás vos. Pero como de alguna manera debemos concluir esta carta, escrita desde la trinchera por quienes estamos dispuestos a combatir lo que somos para ser algo mejor que nosotros mismos, apelamos una vez más a Calvino, convencidos de que este final de su relato sobre las ciudades imposibles representa para nosotros un maravilloso comienzo:“El infierno de los vivos no es algo por venir. Hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos; aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es riesgosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio”.
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